valiente ocurrencia

Yo es cobarde y plano. Casi Yo es mucho más valiente y de vez en cuando se rasca la coronilla. Bienvenidos a las ocurrencias de Casi Yo.

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lunes, diciembre 20, 2021

La primera Nochebuena de Hakim

A Hakim no le suponía ningún sacrificio trabajar en Nochebuena. Para él la Navidad solo era una fiesta de familias reunidas y encerrarse en la garita del aparcamiento le ayudaba a olvidar que llevaba tres años sin ver a la suya.


Salió de casa antes que de costumbre, porque el Metro cerraba pronto, de modo que tuvo tiempo para caminar unas manzanas antes de llegar a la urbanización. Algunas tiendas seguían abiertas, llenando la calle de luces y villancicos: “a Belén pastores, a Belén chiquitos…” A Hakim le hacían gracia esas canciones: pastorcillos, si vais a Belén y pasáis por el campamento de Dheisheh, dad un abrazo a mi madre y mis hermanos. 


Llegó al trabajo, cambió sus ropas por el uniforme y se presentó ante su compañero cuarenta minutos antes de la hora.


– Hala, Manolo, recoge y vete a casa.


– Eres un figura, Hakim. Te debo una, macho. Que no se te haga muy largo.


– No me debes nada, hombre. Mañana me traes un polvorón.


– Qué coño, te traigo unos langostinos.


Manolo se marchó silbando y Hakim se sentó dispuesto a afrontar el peor momento de la noche, ése en el que los vecinos salían prácticamente en tropel, pletóricos los niños, elegantísimos los padres, insoportablemente felices todos. Pero una vez hubieran desaparecido, le esperaban horas de tranquilidad absoluta hasta que poco a poco el parking volviera a llenarse de coches ocupados por esposos beodos, mujeres descompuestas y críos dormidos.


A las nueve ya no quedaba nadie. Era el momento de sacar de la mochila una cena igual de navideña que la de cualquier otro día, un sándwich de pavo y un refresco. Apoyó el teléfono móvil en la consola de videovigilancia y empezó a ver la primera de las películas que se había descargado para la noche. Era sobre unos ladrones de guante blanco que se introducían en un banco presidido por desalmados. Su objetivo era robar a los ricos para dárselo a los futuros ricos, o sea, a sí mismos. 


Después de más de dos horas burlando sofisticados sistemas de seguridad, los protagonistas de la película celebraban el éxito de su operación soltando los peores chistes que jamás haya escrito un guionista. Entonces Hakim tuvo un sobresalto. Inesperadamente, se encendieron todas las luces del aparcamiento. Miró el reloj y eran las doce y media. O es alguien que va muy tarde o es una visita que se marcha pronto, pensó. Esperaba escuchar voces y risas, pero solo sonaban unos tacones, tac, tac, tac, cada vez más cerca, TAC, TAC, TAC. 


La mujer pasó por delante de la garita sin mirarle siquiera. Él sabía quién era, la propietaria de uno de los áticos. Según Manolo, a sus treinta y pocos años había llegado a ser una de las directivas más importantes del país. Sí, pero a estas horas es cuando suele volver del trabajo, con la misma cara de amargada, sin dignarse a dar las buenas noches y sola, siempre sola. Hakim aguzó el oído y escuchó ese sonido que solo hacen las puertas de los coches caros al cerrarse. A continuación oyó cómo despertaban los cuatrocientos caballos y esperó el chirrido de las ruedas sobre el pavimento. 


Pero el coche no se movía. El motor estaba encendido, eso estaba claro, porque aquel ralentí era música celestial. Estará hablando por teléfono. Pasaron unos minutos. Pues sí que habla. Surgió un olor raro. Huele como a... El claxon empezó a sonar. ¿Qué hace? La bocina aullaba con una nota sostenida, desesperante. ¡Ahí pasa algo!


Corrió hasta la plaza 203 para encontrarse con un espectáculo extraño: el enorme SUV de la vecina estaba lleno de niebla. Se lanzó contra la manija de la puerta. Afortunadamente, no había activado los seguros. Al abrir salió una bocanada de humo que casi le hizo desmayarse. Ella yacía sin sentido, con la cabeza apoyada en el volante. 


Hakim apagó el motor y la llevó en brazos hasta la calle. Está viva, gracias a Dios. Le echó agua en cara y dejó que respirara el aire de la noche mientras llamaba a emergencias. En apenas un par de minutos, la mujer estaba plenamente consciente.


– Gracias, estoy bien. Me marcho a casa.


– No, por favor. Espera a que venga la ambulancia.


– No necesito médicos, lo mío no tiene cura.


– Si te vas, no te devuelvo las llaves del coche.


– ¿Y si te denuncio?


– Me meterán en la cárcel. Soy extranjero y eso tampoco tiene cura.


Ella se rió. Quiso sacar un cigarrillo del bolso y volvió a reír ante la idea de meter más humo en sus pulmones. Tenían tiempo para hablar largo y tendido hasta que llegara la ambulancia. Hakim confirmó sus sospechas: una persona, por muy importante que sea –o precisamente por serlo– puede acabar muriendo de soledad.


– ¿Y tú no te sientes solo, estando tan lejos de tu tierra?


– Mucho, pero lo último que necesitan en mi casa es otro hijo muerto.


Se contaron las vidas, intercambiaron teléfonos y por fin la ambulancia se llevó a Ana (resulta que se llamaba así). Él volvió a la garita poco antes de que empezaran a regresar los maridos achispados, las esposas de pies doloridos y los niños durmientes. Al amanecer volvió Manolo, con un recipiente de plástico lleno de langostinos.


– Lo prometido es deuda, macho. No te he traído cava porque no sé si bebes. ¿Qué tal ha ido la noche?


Hakim miró la pantalla de su teléfono y leyó dos palabras nuevas en la agenda de contactos: Ana Ático.


– ¿Que cómo ha ido? Ni idea, Manolo. Puede haber sido una noche más o puede que sea la primera Nochebuena de mi vida. 


– ¿Y eso?


– No sé. Lo sabré cuando haga una llamada de teléfono.



viernes, abril 12, 2019

La muerte de colores


Vivimos en un mundo devastado por la belleza.

Las fuentes se secan bajo el cielo azul
y las tortugas lucen golillas de plástico.

Nos espera mucha gloria a los mártires de la luz,
la hora de los héroes acaba de sonar.

Troya nació para ser destruida,
dejar piedra sobre piedra es un vicio de profesores universitarios.
Fuera del libro, el hombre avanza en su misión.

La torre inclinada aplastará a un turista,
pintando de carmesí los muros de Facebook.
La adolescente tiembla de envidia
al ver los pómulos perfectos
del niño que llora de hambre en el telediario.

Nada más conmovedor que un oso polar
navegando sobre hielo virgen,
nada más divertido que una película
con cien mil muertos.

La humanidad desaparecerá cantando,
después de una pandemia de sífilis y éxtasis estético,
dejando al imperio de los insectos
el mensaje secreto que nos ha traído hasta aquí:

Mejor un mundo cruel que un mundo feo.

domingo, diciembre 31, 2017

Félix

Unas acelgas rehogadas y un huevo duro. Menuda cena de Nochebuena. Y menuda Navidad, la primera sin Félix. Chelo se negaba a comer nada más, aunque siendo honesta tenía que admitir que en realidad no era por falta de apetito. De hecho le estaba tentando poderosamente el mazapán que le habían traído sus sobrinas, pero no. Sin Félix las navidades no volverían a ser lo mismo. Bueno, nada volvería a ser lo mismo, pero es que aquella caja se la habían traído de Santo Tomé y era una lastima. 
Al final se comió una figurilla, por no desairar a Merceditas y a Susana. Bastante se habían disgustado ya: pero tía, ¿cómo vas a cenar sola teniendo dos sobrinas? Qué tontas, aún no sabían que para curar la soledad no basta con rodearse de gente. Una se siente sola cuando no está con quien quiere estar, ni más ni menos. Además, bastante tenían las muchachas con aguantarse la una a la otra, que ya tenían lo suyo sin contar a los merluzos de sus maridos y a la horda de mocosos que juntaban entre las dos. Ella nunca había querido tener niños, y mira que su hermana se lo había reprochado veces: Chelo, ¿qué vas a a hacer cuando seas vieja sin hijos que te cuiden? Pues ya ves, Mercedes, quedarme con las tuyas. No haberte muerto tan joven, tonta. Que Dios me perdone, pobrecita, pero es que aparte de ser una metomentodo tenía muy pocas luces. Tanto pensar en la vejez y si se descuida no llega ni a conocer a los nietos.

Para Chelo, lo de los hijos había sido algo sencillamente innecesario. Que le llamasen lo que fuera, pero ella con Félix siempre había tenido bastante. Era huraño, la verdad sea dicha, pero no había nadie más sensible que él a las caricias, a las miradas, a las palabras suaves y cariñosas. Esas cosas solo se saben de puertas para dentro, y por eso nadie comprendía que pudiera quererle tanto. ¿Por qué, porque no hablaba nunca, porque estaba gordo como un lechón, porque se pasaba el día en el sofá? Pues a ella siempre le había gustado así, y ahora que no estaba no tenía ganas de navidades ni de nada. Aquélla sería una noche como otra cualquiera de no ser por el mazapán y por el discurso del príncipe.

– Que no es el príncipe, que ahora es el rey.

– ¿Y el padre?

– También es el rey.

Otra cosa igual. Qué más dará el padre o el hijo, si todos dicen lo mismo. Hasta Franco hablaba de fechas entrañables en compañía de los seres queridos, que se acordaba ella. Desde luego, los jefes de estado tienen muy mala leche y muchas ganas de revolver a las personas. ¿Fechas entrañables? Muchísimo, sobre todo para las que tenemos que estar aquí, aguantándonos las ganas de llorar. Pues mira, no me voy a aguantar, que para eso estoy sola en mi casa. 

A pesar del esfuerzo, las puñeteras lágrimas no salían. Llegó a soltar un sollozo, pero sonó tan falso que se sintió ridícula. A hacer puñetas, me voy a la cama. Después de recoger la mesa lanzó otro ataque a los mazapanes. Santo Tomé, Toledo. Qué rico, coño. Y qué tragona eres, Chelo, no hace un mes que se ha ido y ni por ésas se te quitan las ganas de menear el bigote. Escondió la caja en el mueble del recibidor, para no acabar comiéndosela entera. Y justo en ese momento, un sonido le puso los pelos de punta. No porque fuera siniestro o estruendoso, sino porque resultaba excesivamente familiar. La puerta sonaba igual que cuando Félix llegaba a casa después de andar todo el día por ahí, con esa manera suya de raspar la madera con las uñas, hasta que ella salía a abrir. 

Qué cosas, fue oír aquello y ponerse a llorar como una tonta. ¿Será posible que...? No, cómo va a ser posible. Pero el ruido seguía sonando. Chelo se santiguó y, conteniendo la respiración, se atrevió a abrir la puerta. Ahí estaba Félix, tan gordo y tan guapo como siempre. Era el gato más bonito del mundo, y después de darle por perdido, su regreso hizo que aquéllas fueran las mejores navidades que había vivido su dueña. Quien no pueda comprenderlo, no sabe lo que lo que es el amor ni lo que es la felicidad.

viernes, septiembre 01, 2017

Diva

Su mirada,
sumidero.

viernes, agosto 25, 2017

Ángel exterminador

En una mano lleva una espada
y en la otra un libro sagrado.

La primera te matará a ti.
El segundo lo mató a él.

jueves, mayo 07, 2015

Treinta y tres monedas traidoras

Con el tintineo culpable de las monedas atronando en la faltriquera,
atraviesa Judas los cantorrales con un tran tran intranquilo en la cabeza.

Se extraña de sorprenderse pensando en Mao Tse Tung,
"apalea a tu padre, denuncia a tu maestro".

Qué trabajo curioso el del traidor,
esperando siempre a que la Historia le tache de revolucionario o de rata.

La estratagema de Judas es ser desleal y mártir al mismo tiempo.

Recorre los andurriales del arrabal, entre el tráfico de burros y carretas,
y al otro lado de la calle se topa con su destino:

"Quiero treinta y tres metros de soga de pita trenzada",
solicita al hombre que atiende el mostrador de la ferretería.

"Son treinta y tres monedas, por favor".

Judas sale a la calle con la faltriquera vacía,
pero el tintineo culpable sigue atronándole los oídos.

Atraviesa otra vez el trajín atrabiliario del tráfico,
ataja por los huertos y en lontananza atisba su meta,
la higuera más altanera del todo el territorio.

Ata la soga de pita trenzada a la rama más alta,
y se anuda el otro extremo a la altura de la tráquea.
Contiene el hálito, se santigua y salta.

Con el tintineo culpable de las monedas aún retumbando en su corazón,
Judas se balancea a la sombra terrible de la tremenda higuera,
y abandona este mundo para mayor gloria del Santo Arrepentimiento,
el pilar fundamental de la fe de nuestros ancestros.

A la noche siguiente, el cristianismo se cobra su segundo mártir.

martes, noviembre 25, 2014

Estúpido y extinto

Luego vendrás con que no lo sabías,
y no hay nada en este mundo
que no te grite lo imbécil que eres
y lo mal que vas a acabar.

O dejas de correr
o te quitas la venda de los ojos,
animal ridículo y sin alas.


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